Un banco malo es aquella entidad o institución financiera que se encarga de transferir los activos tóxicos de las entidades bancarias, donde se incluyen aquellos fondos de inversiones de pésimas condiciones y que se crearon a partir de hipotecas o créditos a personas con poca solvencia económica, a un Organismo Público que se encargaría de liquidar los pagos.
El Estado compra aquellos créditos con alta probabilidad de resultar poco rentables para el banco, y lo hace a un precio que estaría entre el valor del mercado y el valor contable del activo, es decir, el Estado se haría cargo de una parte de la minusvaloración del crédito. Finalmente, estos activos al venderse causarían pérdidas, una cifra que dependería de la gestión de este tipo de bancos.
La misión de este tipo de bancos no es más que mejorar la situación económica ya que, en caso de que los bancos se libren de todas aquellos créditos tóxicos dispondrían de liquidez que, a su vez, la invertirían en nuevos créditos a personas solventes, especialmente empresarios, y de esta manera se conseguiría potenciar las empresas con el consiguiente posible descenso del paro, uno de los problemas más importantes actuales de España.
¿Ganará dinero el Estado con el banco malo?
Al fijar un fuerte descuento sobre los activos, el banco malo podrá ir vendiéndolos a un precio superior según el mercado inmobilario se vaya recuperando. Según el borrador del plan de negocio de la Sareb diseñado por las autoridades, el banco malo tendrá una rentabilidad media anual de entre el 14% y el 15% de su capital. En todo caso, el propio FROB admite que en los primeros años esos beneficios serán más moderados y no se descarta que pueda generar pérdidas en sus inicios. De cumplirse ese plan, al final de sus 15 años de vigencia tendría una rentabilidad de entre el 210% y 225% de sus recursos propios.
¿Se han creado bancos malos en otros países?
Sí. Otros países como Irlanda, Holanda, Alemania y Suecia, entre otros, han creado sus propias sociedades de gestión de activos para sanear sus entidades financieras. El caso más parecido al español es el irlandés, que constituyó la Agencia Nacional de Gestión de Activos (NAMA, por sus siglas en inglés), tras el estallido de su burbuja inmobiliaria. Suecia hizo lo mismo en los años 90 cuando su mercado inmobiliario se derrumbó. Otros países, como Holanda o Alemania, los crearon para que los bancos se desprendiesen de otros activos tóxicos, no relaciones con el negocio del ladrillo.
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